domingo, 14 de enero de 2018

EL SANTO NICODEMUS

 
   Esto ocurrió en un convento de monjas; resulta que, en la capilla, tenían a San Nicodemus como santo principal, y  un día sucedió que una de las velas que alumbraban al santo, estaría mal colocada, cayó sobre la imagen, y ésta, que era de madera, se quemó ; así que las monjas decidieron sustituirla por una nueva.

  La madre abadesa fue a ver a un imaginero y acordaron que éste haría una nueva imagen de San Nicodemus; la tallaría en buena madera y tenía que estar acabada en once meses,  al año siguiente. Cuando se celebrase el día del santo, la nueva imagen ya debía estar ocupando su sitio en la capilla.

   Con tanto tiempo por delante, el escultor, que debía ser tan informal como los de ahora, fue dejándolo pasar y, cuando quiso darse cuenta, ya sólo faltaban dos meses para el día de la entrega; fue entonces cuando se dispuso a tallar la imagen. 
   Trabajó con gran ahínco, con la pretensión de que la talla estuviera para el día señalado; pero, como había  sido poco previsor, el tiempo se le había echado encima y ya era materialmente imposible poder cumplir el encargo, en el plazo previsto. La imagen, a dos semanas vista para la entrega, estaba a medio hacer.

  Para complicar un poco más el asunto, la abadesa del convento pasó por el taller y le dijo al escultor que en la semana siguiente iba a pasar el obispo por el convento, pidiéndole que les entregara ya a "su San Nicodemus" para que el prelado pudiera  bendecirlo.  

   El imaginero, viéndose entre la espada y la pared, no quiso ni enseñársela para evitar que viera lo retrasado que iba con el encargo y, mintiendo descaradamente a la abadesa, le dijo que la imagen  estaba ya casi finalizada, a falta de unos retoques; además, para salir del atolladero, le propuso la opción de llevar la imagen al convento, el día antes de la visita del obispo; así, éste  podría bendecirla aunque no estuviera terminada , y después volvería a llevarla  al taller para poder acabarla despacio;  una idea que gustó mucho a la superiora (lo de mentir es algo muy habitual en algunas profesiones...tanto, tanto, que algunos profesionales  ni siquiera son conscientes de que sean  mentiras, consideran que es algo normal que va implícito con su trabajo)  

   Una vez que se marchó la abadesa, el escultor observó la imagen, mas bien la madera que estaba tallando, y tuvo que reconocer que todavía era demasiado informe: aún se parecía más al tronco de un árbol que a una figura humana ¡Cómo iba a bendecir aquello el obispo! 

   No sabía cómo salir del tremendo lío en el que estaba metido, y de pronto tuvo una idea - no hay nada como la necesidad para agudizar el ingenio -  

  Tenía un aprendiz que le ayudaba en su trabajo, un joven muy agraciado, y el escultor le explicó el plan: Pintaría el cuerpo del ayudante con pintura, le llevaría al convento la tarde antes de la visita del obispo, haciéndolo pasar por San Nicodemus, y, en cuanto se fuera el obispo, iría a recogerlo. 

   Al escultor la idea le parecería genial; en cambio, al aprendiz no le convencía mucho y protestó:
- Mire maestro, que se van a dar cuenta las monjas. Cuando me toquen verán que no soy de madera. 
- No te preocupes, contestó éste, yo me ocupo de que no te toquen. Les diré que no deben acercarse a la imagen, porque está recién pintada, y ya está.  Tú, lo único que tienes que hacer es permanecer sin moverte...es muy simple, "sólo" tienes que hacerte pasar por el santo una tarde y una noche. 
  En cuanto se vaya el obispo, yo te voy a recoger y nadie va a darse cuenta.

  El día previsto,  el imaginero cogió a su joven ayudante,  le pintó todo el cuerpo y ya "convertido en santo", lo llevó a la capilla del convento, advirtiendo a las monjas que, como la imagen estaba recién pintada, no debían tocarla bajo ningún concepto.

   San Nicodemus  no tenía ropa, sólo una capa de pintura, y el cuerpo del santo despertó el asombro de toda la comunidad. Las monjas estaban admiradas de la gran calidad de "la talla".  La escultura era tan buena, que casi parecía una persona -esa era la opinión general-.

   Las hermanas admiraban la imagen en su conjunto, pero sus miradas se centraban sobre todo en la entrepierna del santo y alguna, incluso, en un primer momento, llegó a taparse los ojos con la mano -eso sí, manteniendo los dedos separados-  Otra monja, hasta soltó un ¡¡¡oooooh!!!! de admiración. 
   Estaba visto que el imaginero era un escultor de categoría, ¡vaya escultura que había realizado! No le faltaba detalle alguno. 
   La madre abadesa, al ver la reacción de las hermanas, determinó que no estaba bien tener una imagen así en un convento de monjas, ¡qué diría el señor obispo !
  - ¡Esto no puede ser!,  le dijo las compañeras. ¡Voy a coger unas tijeras y le corto  "eso que cuelga" a San Nicodemus.!
  Cuando el ayudante oyó las intenciones de la superiora, de un brinco se bajó del altar donde estaba colocado y echó a correr. Todos las monjas corrían tras él y decían: 
     ¡No te vayas San Nicodemus que, aunque no tengas pito, todas te queremus!.


(San Nicodemo, San Nicodemos y San Nicodemus, no son tres santos diferentes; el santo sólo es uno y se trata de San Nicodemo. Él, junto a José de Arimatea, fueron quienes desclavaron a Jesucristo de la Cruz y llevaron el cuerpo al sepulcro. 
   Supongo que en el cuento lo convirtieron en Nicodemos para que rimara con "te queremos". A mi de niño, como nací en una tierra donde el burro es burru,  y  el otoño es otoñu, cuando me lo contaron  era Nicodemus)